Ahora mismo, viene a mi memoria una historia
muy peculiar sobre un niño y el poder de sus aspiraciones. El pequeño Populo,
hijo de campesinos, más viejos por el cansancio que por el mismo paso del
tiempo, nació en tiempos desastrosos, donde la lluvia en abundancia acababa con
todos los sembradíos del pueblo; le pedían a Dios que lloviera, pero no tanto.
Aun así, la llegada de Populo devolvió la alegría al gran corazón de sus
padres, no sabían cómo es que iban a sobrevivir, pero estaban contentos del
nacimiento de su hijo, con todo y las complicaciones.
Apenas la madre de Populo estuvo en
condiciones para salir de casa, armaron una gran fiesta de bienvenida; carecía
de cualquier tipo de comida o bebida exótica, incluso me parece que varios de
los invitados llevaron sus alimentos, pero todos celebraban, bailaban, cantaban
e incluso gritaban. Todo era sol, y cuando la luna aparecía sólo esperaban el
regreso de la luz.
Un tiempo después, los padres de Populo
decidieron que ya era hora que el pequeño hablara, así que comenzaron a
enseñarle varias palabras típicas; se reían cuando repetía las maldiciones del
padre y las tiernas palabras de la madre, todo era luz con ese escuincle. Poco
a poco, Populo fue aprendiendo a comunicarse y así a exigir cosas y a llorar
cuando no las obtenía; pocas veces pasaba esto último, ya que sus padres lo
consentían demasiado.
Un día cualquiera, aunque con más calor que
los últimos que habían pasado, el pequeño vio un pájaro en su ventana, era
hermoso y sus colores resaltaban por la luz de aquél día tan claro. Fue
entonces cuando Populo se miró las manos, después dio un vistazo a su
habitación y comenzó a pensar en su vida y en sus padres. Pensó en cómo la vida
se gasta esperando que las cosas vengan por sí solas, pensó en su padre
pidiéndole a Dios el progreso, pensó en su madre rogándole al mismo Dios que no
les diera tanto para poder seguir humildes, pensó en todo el pueblo estancado
por las noches esperando que el sol apareciera de nuevo para volver a sus
labores. Entonces Populo, con la convicción amarrada a sus ojos y las
esperanzas bien apretadas con ambos puños, decidió ir a ver más de cerca el
pájaro que volaba sobre la ventana y hacía sombra, con la luz del sol, sobre su
cara; se puso de pie con la pierna izquierda y, cuando estuvo a punto de dar el
primer paso, cayó y resbaló por la ventana, azotó contra el suelo y murió en el
instante. El pájaro salió volando a un lugar más seguro. Los padres de Populo
habían olvidado decirle que al pobre le faltaba la pierna derecha.
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